domingo, 27 de febrero de 2011

Bienestar y sentido del humor

Pasar el rato con amigos, conversando y riendo de mil anécdotas es realmente divertido y terapéutico. El compartir bromas nos alivia, aligera nuestros problemas y nos coloca una sonrisa en la cara que continúa aún los días siguientes cuando recordamos partes de la conversación. La mayoría de personas estaría de acuerdo en que nos sentimos mejor cuando reímos y estamos de buen humor, pero ¿hay realmente un cambio en nuestro organismo? Si bien los estudios sobre los beneficios del humor en la salud física aún no son concluyentes, sí hay pruebas de que el sentido del humor ayuda a reducir el estrés, y por lo tanto, mejora la salud mental, e indirectamente la física, ya que muchas enfermedades se originan o se agravan con el incremento del estrés. El sentido de humor (positivo y no agresivo o auto destructivo) se asocia también a mayor autoestima y bienestar psicológico, menor depresión y ansiedad, entre otras. Además es un ingrediente fundamental en la capacidad de resiliencia de las personas. Es decir, la capacidad de sobreponerse a eventos adversos y de adaptarse a situaciones difíciles. El sentido del humor nos permite enfrentarnos a diferentes situaciones de manera positiva, y ello ya es una ventaja a la hora de resolver problemas. Entonces vale la pena intentarlo, disfrutar todo lo que se pueda con nuestros amigos y familiares, tomar con humor las cosas que suceden a nuestro alrededor e incluso reírnos de nosotros mismos.

*Publicado en el segmento Mi Hogar de El Comercio el domingo 27 de febrero de 2011.

lunes, 21 de febrero de 2011

Necesidad de afecto

No hay duda que la necesidad de afecto es imprescindible para los humanos. Sin embargo, no es tan sencillo lograr satisfacción plena en este aspecto. Muchas consultas psicológicas en la actualidad se enfocan en las dificultades que tienen las personas para establecer vínculos afectivos profundos en sus relaciones amorosas. Generalmente son personas que tienen problemas para contactarse emocionalmente con los demás, que buscan relaciones esporádicas o contactos superficiales en las que no se involucren sentimientos, porque no quieren, o no pueden, lograr mayor intimidad con otra persona. Definitivamente las experiencias personales juegan un papel importante en estos casos, y determinarán las vivencias y la conducta de cada persona con los demás. Tal vez el temor a ser lastimados los lleva a colocar una barrera entre ellos y los otros. Para Maslow, psicólogo que estudió las necesidades humanas básicas, la necesidad de afiliación (amistad, afecto, intimidad sexual) ocupa el tercer nivel de la pirámide de necesidades humanas luego de otras más básicas que están relacionadas con la sobrevivencia: necesidades de seguridad (física, familiar, salud) y fisiológicas (respiración, alimentación, descanso). Una vez satisfechas estas necesidades básicas pasamos al siguiente nivel para satisfacer necesidades más elevadas como son la necesidad de afecto, de reconocimiento, y finalmente la necesidad de autorrealización personal. Entonces cabe preguntarse qué nivel de satisfacción están alcanzando estas personas que no logran involucrarse emocionalmente con otras, pueden satisfacer sus necesidades de intimidad emocional o reprimen sus deseos para no sentir la falta de afecto, quedándose en los primeros dos niveles de la pirámide de Maslow. ¿Logran sentirse satisfechos y vivir una vida plena o simplemente están sobreviviendo?

*Publicado parcialmente en el Suplemento Mi Hogar de El Comercio el domingo 20 de febrero de 2011

domingo, 13 de febrero de 2011

Autoestima en la balanza

Pocas cosas desalientan tanto a las mujeres como probarse ropa en las tiendas. Pueden estar con el mejor humor, felices y en control de sus vidas, pero al salir de los probadores todo cambia inmediatamente. En estos casos, parecen cumplir los criterios de una depresión: tristeza, humor irritable, displacer, entre otras sensaciones que las llevan a desear no comer nunca más. Lo curioso es que esto les ocurre a la mayoría de mujeres sean flacas, llenitas, gorditas, etc., y es que tengan el peso que tengan, el porcentaje de grasa adecuado o la masa muscular apropiada, la sociedad siempre les está diciendo que deben bajar de peso. “Te queda bien pero tienes que bajar un poquito más”, “este polo es muy corto no me estiliza”, “esto no me queda bien me falta bajar 5 kilos”, son algunos comentarios recurrentes en las conversaciones de las mujeres cuando se trata de ropa y la imagen corporal. Y es que buena parte de la valoración personal pasa por cómo se ven ellas mismas y cómo las ven los demás. La balanza entonces se convierte en una enemiga o una aliada, a la que algunas consultan día a día como la madrastra al espejo, solo para asegurarse de que hayan perdido peso o que estén manteniéndose en el peso que les corresponde. Dependerá de ésta que puedan estar contentas con ellas mismas, que se sientan bien con sus cuerpos, que la autoestima esté en equilibrio. ¿No es absurdo estar atrapadas en esto?
*Parcialmente publicado en la sección Mi Hogar de El Comercio Domingo, 13 de Febrero de 2011.

viernes, 11 de febrero de 2011

PUNTO DE VISTA

El origen de los celos

Los celos surgen ante la posible pérdida del objeto amado. Ello puede desencadenar rabia y hostilidad hacia la pareja como hacia uno mismo, por sentirse responsable de la pérdida.
Según el psicoanálisis, los celos se originan en la infancia al configurarse el triángulo edípico. Son una reacción ante la exclusión. El niño o niña quiere el amor del padre de sexo opuesto y considera rival al padre del mismo sexo. Esto se resolverá cuando comprenda que no puede competir con el padre por el amor de la madre (si es niño) o con la madre por el amor del padre (si es niña); pero una huella quedará y será el germen de los celos en la vida adulta, ante cualquier amenaza de un tercero en la pareja.

ADHARA AMPUERO.PSICÓLOGA CLÍNICA

*Publicado en la sección Zona familiar de El Comercio el Miércoles 09 de Febrero de 2011.
PSICOMAIL
Tenemos que hablar

Por: Adhara Ampuero Sala
 
El otro día una amiga me contó que su enamorado le había dicho: “Tenemos que hablar”. Inmediatamente supe que la relación estaba a punto de terminar. La mayoría ha escuchado o ha dicho esta frase en algún momento de su vida y es probable que se le haga un nudo en el estómago al recordarla, ya que es generalmente el inicio de la conversación para terminar una relación. Es un código compartido en el lenguaje coloquial de hombres y mujeres, que detona inseguridades y temores de abandono. Uno se pregunta qué hizo mal, qué pudo hacer mejor, dónde se equivocó… No se puede evitar pensar si la pareja volvió a ver a su ex o si tal vez conoció a otra persona. Esta sencilla frase trae a nuestra mente diversas fantasías que aparecen como una película en la que vemos en imágenes nuestra vida inmediatamente después de la separación. ¿Solo o sola otra vez? ¿Encontraré a otra persona? La incertidumbre de lo que nos dirán lo nubla todo y todavía no hemos hablado. Pero si analizamos las cosas desde otro ángulo, esta frase también tiene una parte positiva. Nos permite prepararnos emocionalmente y replantear nuestras expectativas amorosas. Armar nuestras defensas psicológicas para amortiguar el golpe y que la conversación no nos tome desprevenidos. Nos da un tiempo para crear una estrategia que nos ayude a proyectar una fachada de compostura con la que podamos controlar la situación y seguir con las convenciones de una separación. Después de todo, quién no prefiere quedar “como amigos”.

*Publicado en la sección Mi Hogar de El Comercio el Domingo 6 de Febrero del 2011